UNA CUESTIÓN DE FE
Para hablar de la dimensión religiosa de la Revuelta Comunera, debe considerarse el rol de la eucaristía en la movilización para la organización de la rebelión. En la acusación del fiscal, Pero Ruiz contra Antonio de Acuña, con fecha de 16 de abril de 1524, éste afirmaba que el obispo utilizaba uno de los elementos fundamentales del poder del clero al servicio de la revuelta: la misa y la eucaristía de manera repetida.
Acuña no actuaba meramente en la tradición del obispo guerrero, que funcionaba como un noble más que se ocupaba de tareas seculares impropias de un clérigo. Por el contrario, el obispo de Zamora ponía en juego también su dimensión como líder espiritual: celebraba misas declarando la santidad de toda la causa comunera. De ahí, la indignación del fiscal al mencionar estos hechos.
En palabras del propio Acuña, la divinidad tiene un rol central en la explicación de la revuelta para sus propios protagonistas: no sólo al sacrificar los sucesos sino siendo los mismos comuneros los instrumentos de Dios.
Con el recurso de la eucaristía por parte del obispo Acuña y la necesidad de apelar a la intervención divina como razón de la revuelta, se puede continuar avanzando en la aproximación a un movimiento que, ubicado temporalmente en una situación crucial para la evolución del cristianismo en occidente, no deja de tener una dimensión credencial y religiosa que actuaba en paralelo a otras necesidades y aspectos de los castellanos de las primeras décadas del siglo XVI.
Fuente: Claudio César Rizzuto. Mesianismo y organización eclesiástica en la revuelta de las Comunidades de Castilla (1520-1521): la participación del obispo Antonio de Acuña. 566 ISSN 1540 5877 eHumanista 37 (2017).