• EL CASTILLO DE MAGAZ

Mención especial requiere los restos de la edificación enclavada en el cerro de la localidad, situado a un km al NO del casco urbano de Magaz de Pisuerga, conocido comúnmente como “El Castillo” y que alcanza los 871 metros de altitud. En la parte Oeste y Sur del mismo se pueden aún observar algunos restos de cuevas rupestres que en su día fueron utilizadas como viviendas hasta mediados del siglo XX. Tanto en las laderas de este cerro, como en su cima, se han documentado diversos restos arqueológicos de culturas diferentes, incluidas cerámicas características que remiten a la Primera Edad del Hierro.

Pero la huella humana más importante corresponde a la construcción de un castillo en la cima del mismo. Aún se conservan de aquel castillo o fortaleza de Magaz de Pisuerga algunos restos, como dos muros, uno al norte y otro al sur, a base de mampuestos de mediano tamaño que se encuentran unidos por mortero de grava y arena de buena consistencia. También en la cima se conserva un relieve cuadrangular más deprimido en la zona central que acaso pudiera tratarse de restos de los muros que tendrían una estructura de unos siete metros en lo más corto y 15 en los lados largos. Aparecen también dos hoyos que pudieran haber sido restos de un antiguo aljibe, dotando a la edificación de cierta autonomía frente al asedio.

  • DEMOGRAFÍA Y ORGANIZACIÓN SOCIAL DURANTE LA RECONQUISTA.

Durante los siglos IX, X y XI, los reyes cristianos y los emires islámicos luchaban por conseguir las tierras despobladas de la zona, codiciados como desiertos arables en los que vagabundeaban los ganados, y con algunos habitantes que se agrupaban en pequeños caseríos que no disponían de organización urbana, política ni administrativa. En aquella época la vida cotidiana era muy difícil y dura, careciendo de todo tipo de comodidades naturales, con zonas muy alejadas unas de otras y muy dependientes de un señor.

Estos habitantes elegían en primer lugar el solar adecuado y levantaban una especie de choza con los robles o encinas de su entorno, para lo que unirían cantos rodados o bloques de piedra y, tan común en el caso del Cerrato palentino, arcillas blancas y rojas para adobes, ladrillos y tejas. Así la aldea comenzaba a tener una fisonomía propia, si bien algo caótica. Estos campesinos estaban obligados a abonar anualmente a su señor cierta cantidad de productos del campo por poseer choza privada y arar una parcela en sus dominios. Eran tiempos en los que, llegados años de sequía o heladas, se daba el caso de tener que pagar el tributo incluso con la venta de los animales dedicados al trabajo agrícola. Por su parte el señor de las tierras debía dar al rey tributos (a base de corderos, quesos, harina, etc…) además del diezmo a la iglesia de la localidad.

Estos moradores aprovechaban las zonas boscosas de la zona para recoger algunos frutos y madera para pasar el invierno. Ya que estaba permitida la caza, al considerarse actividad exclusiva del señor.

En los casos en los que no se trabajaban las tierras señoriales, el aldeano debía fabricarse sus propios aperos de labranza y el menaje de cocina, debía ayudar a reparar las casas, partir leña para el señor y pagar dos sueldos al año para el ejército y otros dos por utilizar el molino De forma continua tanto reyes como señores intentaron crear más y más núcleos de población ya que, cuantos más poseyeran, mayor oposición podrían prestar ante las avalanchas enemigas. De este modo, unos y otros concedieron exenciones a cuantas familias venían a poblar esos núcleos, evitándoles pagar tributos o impuestos, además de organizarles en concejo y permitiéndoles la participación en los mercados. Tras fijarse con consistencia el poblado, al aumentar en habitantes gradualmente pasaría a ser aldea, posteriormente pueblo, más adelante villa y finalmente ciudad.

En esos primeros poblados comienzan a aparecer los oficios de construcción: labrado de piedra, modelado de madera, cerámica, alfarería, tejido…. Que mejoraron poco a poco el bienestar de los habitantes. Las viviendas, muy rudimentarias hasta entonces, construidas sobre postes de madera, tablones cruzados con adobe y cal en las paredes, tejado con cubierta de cañas entretejidas y suelo de tierra,  comienza a transformarse en una auténtica casa con paredes de argamasa y de madera, de cañas entretejidas con cal y cantos y con piedras de las cascajeras de los ríos, tapial con arcilla y con cubiertas de madera y tejas, pero sobre todo paja, con ventanas sin cristales que en invierno se cerraban con tablas.

  • EL RÉGIMEN SEÑORIAL Y LOS FUEROS EN LOS SIGLOS XII, XIII Y XIV

A partir del siglo XII nace una nueva forma de organización socio-económica comúnmente llamada régimen señorial, que cuenta con dos características distintas al estatus anterior: el tributo impuesto por el señor sobre la tenencia de la tierra y un censo sobre la producción de la misma. De esta forma, el vasallaje conforma el sistema urbano medieval de los siglos XI al XIII.

Así, era absolutamente necesario que cierta autoridad se ejerciese sobre el uso de los espacios públicos, dándose permisos para realización de obras en casas, ventanas, salida de aguas, medianerías o situación de estercoleros, generando la primigenia actividad administrativa de un poder ejecutivo.

Adicionalmente, las aldeas necesitaban gozar de garantías en su asentamiento, que les salvaguardasen de los saqueos del exterior, principalmente procedente de señoríos vecinos. Con estos señoríos, como el de Magaz de Pisuerga, el señor acumulaba grandes beneficios económicos, ejerciendo el poder como representante de una familia ilustre. Signos de esta nobleza emergente, solía manifestarlo con la construcción del castillo de su feudo, como el caso indicado.

Los cambios de las condiciones socioeconómicas que había originado el régimen feudal desaparecieron a lo largo del siglo XII, al consolidarse la seguridad pública y una actividad económica dinámica, opuesta a aquella estática sociedad feudal en la que escaseaba el dinero y la posesión de la tierra significada riqueza, entendida siempre como sustento y nunca como objeto de especulación. Los reyes establecieron por todo el país un alto número de funcionarios para cobrar los impuestos en dinero, perdurando este sistema a lo largo de toda la baja edad media.

Los fueros

Después de la desaparición de los reinos visigodos, y la invasión musulmana, los distintos monarcas de los reinos cristianos, especialmente el de Castilla, comenzaron a otorgar fueros o cartas pueblas a algunas localidades. Se trataba de una serie de prebendas que daban a cambio de mantener la unidad del reino.   Éstas podían incluir, entre otras, la exención del pago de impuestos o atribuciones para la aplicación de justicia.

A partir de la época de los Reyes católicos los ciudadanos encontraron trabajo, protección de la corona y paz interna, siendo los territorios de la Corona de Castilla, y dentro de ella, los de la comarca cerrateña, los que más prosperaron debido a la dinámica conseguida por la reconquista y la repoblación. A todo ello contribuyeron los incrementos de población hasta los inicios del siglo XVI, la ampliación de los terrenos agrícolas, la variada especialización de los cultivos y el desarrollo de la ganadería. A esto se unirían las comunicaciones propiciadas por el Camino de Santiago, la aparición de numerosas villas y la creciente celebración de ferias y mercados.

Los gremios 

La sociedad medieval que se dividía en grupos, gremios y cofradías que se aglutinaban por profesiones u oficios, tales como: campesinos, molineros, leñadores, sastres, pañeros, carpinteros, zapateros, cuchilleros… además del mísero oficio de mendigo, reconocido como tal y que ejercían los tullidos, mancos, ciegos y pobres. De esta forma, los vecinos se agrupaban por profesiones y oficios que daban nombres a sus calles: Carnicerías, Tenerías, Platerías, Tintoreros, Curtidores…

A los oficios de este tiempo se unirían los gremios o asociaciones que nacieron de los oficios, artes o la actividad mercantil de la edad media, y que organizaban el trabajo tanto económica como socialmente, a modo de institución laboral, al reactivarse el comercio en los siglos XI y XII. Éstos estaban regulados por los estatutos y las disposiciones municipales en asuntos como el acceso a los mismos, las categorías profesionales (maestros, oficiales, aprendices…), las condiciones de trabajo, los derechos y obligaciones de los socios o la concesión de créditos.

En la edad media, el artesanado del cuero, madera, hierro, piedra… ejercía a la vez como comerciante y productor, ya que producía y vendía el mismo. Y posteriormente, desde el siglo XIII, aparecerían las marcas que eran grabadas por los canteros para así cobrar su trabajo, realizado a destajo de forma habitual.

Fuente: Faustino Narganes Quijano (2006). Magaz en la Historia. Crónica de una rehabilitación heráldica. Ed. Ayuntamiento de Magaz de Pisuerga.