DISPUTA ENTRE PODER REAL, RELIGIOSO Y MUNICIPAL
Durante la Edad Media, los cabildos de las catedrales elegían al obispo de su diócesis. En la baja Edad Media, los cabildos comenzaron a perder poder, primero frente a las pretensiones de los papas de Avignon de controlar los nombramientos episcopales, luego ante los intentos de centralismo de las monarquías. Los cabildos generaron diversas quejas y resistencias a la imposición de estas nuevas prácticas. De esta manera, se iniciaba en el siglo XV una etapa de disputa por la jerarquía eclesiástica a nivel local entre el papado y las diferentes monarquías de Europa Occidental. En el caso castellano, si bien los monarcas comenzaron por pedir que los cabildos eligieran a aquellos por quienes suplicasen los reyes, acabaron por conseguir el derecho de patronato y presentación para todas las iglesias de sus reinos. En esta transición se ubica el conflicto alrededor de la toma del arzobispado de Toledo por parte de Antonio de Acuña a fines de marzo de 1521.
A la muerte del cardenal Cisneros, Carlos V había nombrado como sucesor en el arzobispado de Toledo a Guillermo de Croy, un joven que apenas pasaba los veinte años, que nunca había pisado España. Este nombramiento causó un enorme revuelo en Castilla. El cardenal de Croy falleció en pleno conflicto, el 7 de enero de 1521. El control del arzobispado de Toledo se convirtió en un objetivo de los rebeldes, debido a sus enormes recursos, si pretendían continuar la guerra.
Apenas llegó la noticia de la muerte de Guillermo de Croy a Toledo, la comunidad se reunió en la puerta de la sede del cabildo exigiendo que se produzca una inmediata elección de un sucesor. En este momento, surgió como candidato de los rebeldes el hermano de María Pacheco, Francisco de Mendoza.
La negativa de los canónigos a intentar nombrar como arzobispo a Francisco de Mendoza y el intento de dilatar el proceso continuó hasta la llegada del obispo de Zamora a Toledo, a partir del cual la situación adquirió una tensión mayor. Los comuneros pretendían que el cabildo interviniese en favor de elegir al candidato de la Comunidad. No obstante, como sucedía cuando los cabildos elegían a los candidatos suplicados por el rey, aquí no puede hablarse de un mero intento de regresar al pasado medieval, previo a la situación surgida del papado de Avignon. Por el contrario, la Comunidad quería cumplir un rol similar al del rey, sugiriendo quien debía ser el personaje que el cabildo debía elegir como prelado. Las ciudades intentan fortificar a las iglesias locales frente a las injerencias de la corona, los poderes señoriales y el papado.
Todas las peticiones de los comuneros coinciden en que los prelados deben permanecer en sus diócesis, buscando quebrar la alianza fundamental entre la corona y la jerarquía eclesiástica. Destacaban el daño que podía generar para los oficios divinos la ausencia del prelado en su sede, por ejemplo en el sacramento del orden. A pesar de resultar necesario un estudio especializado y actualizado, diferentes autores han destacado la “reforma eclesiástica” como una preocupación comunera.
Fuente: Claudio César Rizzuto. Mesianismo y organización eclesiástica en la revuelta de las Comunidades de Castilla (1520-1521): la participación del obispo Antonio de Acuña. 566 ISSN 1540 5877 eHumanista 37 (2017).