LA CAÑADA REAL

La trashumancia en España ya se venía practicando en la época romana en el occidente peninsular que acabó por convertirse en la Ruta de la Plata, aunque es probable que vacceos, vettones, lusitanos y turdetanos ya lo hicieran.

La diversidad climática de España es la que impulsa que el ganado baje al sur en los meses fríos para alargar el tiempo de pasto y sufrir menos con las inclemencias meteorológicas y vuelvan a subir al norte al final de la primavera huyendo de las temperaturas elevadas del sur.

Las cañadas fueron reguladas por edicto de Alfonso X el Sabio en el año 1273. Se fijaba la anchura y la longitud que éstas debían tener y se hacía mención expresa a la prohibición de alterar su curso o anchura por parte de los propietarios de terrenos colindantes.

La Cañada Real Burgalesa se extiende a lo largo de 575 km. Entra en Palencia a través del término vallisoletano de San Martín de Valvení. Su primer punto palentino lo tenemos en los Corrales del Raso, en Cubillas de Cerrato. De este punto salen dos veredas paralelas que unen esta cañada con la Real Leonesa Oriental por el Aguachal (aquí hubo un rico monasterio de Agustinos que dependía del que aún se conserva en Dueñas).

La importancia de las cañadas continúa hasta principios del siglo XIX con la introducción del ferrocarril, que llevaba a algunos ganaderos a realizar el trayecto en este medio de transporte. En el caso de la Cañada Real Burgalesa, se aprovechó su recorrido para realizar la línea férrea Salamanca, Medina del Campo, Valladolid y Burgos.

Más de medio millón de cabezas de ganado, transitaban un par de veces al año por la provincia de Palencia. Una de mayo a junio camino de la Sierra de la Demanda y otra de octubre a noviembre para ir a Extremadura.

RAZAS DE OVEJAS MÁS USUALES.

El número de ovejas por pastor solía rondar las 200 cabezas. En la actualidad, la raza predominante es la churra ya que se busca el aprovechamiento de la carne, aunque hubo un tiempo en el que la merina fue muy numerosa por el valor de su lana. Existen otras variedades como la Israelita, la castellana, guasi y alsace. Esto va en función de la producción a la que vayan a ser dedicadas, leche, carne o lana, aunque esto último se paga a muy bajo precio.

Hasta hace unos decenios, el pastor salía al campo con algunas cabras mezcladas en los rebaños de las ovejas, pero ahora no se permite la producción mixta por lo que están obligados a mantener estos rebaños separados.

LA RELACIÓN DE LOS PASTORES CON EL CERRATO

La vida de los pastores en El Cerrato nos deja claros ejemplos de una cultura ligada a la tierra. Su forma de vida se adapta a aquello que está disponible. Para alimentar al ganado, caminan por diferentes terrenos, al hacer remueven la tierra, limpian de maleza bosques, montes y campos de cultivo, previniendo la proliferación de incendios. Para resguardarse del frío utilizan hábilmente la piedra caliza disponible con la que construían Chozos, sin necesidad de utilizar argamasa. Para pequeñas afecciones de salud aprendieron a usar plantas con propiedades curativas. Para entretenerse inventaban canciones y poemas.

Si quieres saber más de cómo se construían los chozos, pulsa aquí.

Toda esa forma compartida de relacionarse con el medio, toda esa cultura, se está perdiendo. Pero no solo es el contenido cultural el que se ve dañado, también lo hace la tierra en la que ésta se desarrollaba. Las ovejas también servían para fertilizar los campos por los que pasaban, contribuyendo a conservar la riqueza microbiológica de los suelos, y eran un excelente remedio contra las malas hierbas. Como consecuencia del abandono del pastoreo, los agricultores ahora emplean fertilizantes minerales y herbicidas para el aprovechamiento de los suelos de cultivos que acaban contaminando los acuíferos y contribuyen a deteriorar la diversidad biológica.