El 10 de junio de 1520, una multitud enfurecida saqueaba en Burgos la casa del comendador Garci Ruiz de la Mota, profanando arcas con documentos relativos a la Corona y patrimonio real, pertenecientes al joven rey Carlos I, que allí se custodiaban.

Fray Prudencio de Sandoval, en su Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, nos proporciona una imagen impactante del saqueo de la casa de Mota, la cual parece bastante verosímil a la luz de los documentos conservados en el AGS: «Fueron a la casa de Garci Ruiz de la Mota, procurador que había sido de aquellas Cortes, hermano del maestro Mota, obispo de Badajoz y de Palencia, para lo matar; y como no pudo ser habido, porque siendo avisado huyó, derribáronle y quemáronle la casa, donde se abrasaron muchas escrituras y privilegios reales y otros papeles de importancia tocantes al rey y al reino, que estaban a su cargo. Y le quemaron la hacienda de ropa y tapicería. Y lo que quemaron en la casa de Mota valía más de tres cuentos [millones]; sacándolo a la plaza, donde hicieron la hoguera, a la cual llevaron todo el mueble que se halló en su casa de ropa blanca, y tapicería muy rica, y vestidos y cuantas arcas había en ella. Y lo sacaron y lo quemaron públicamente, sin se querer aprovechar de cosa alguna; que es harto de maravillar, considerada la condición de la gente baja. Entre las arcas que tomaron había una donde estaban todos los títulos de escrituras tocantes al derecho del reino, y como las arcas donde estaban comenzaron a arder y se descubrieron las escrituras, hubo personas que, aunque no sabían lo que era, procuraron salvar las que pudieron; y si bien se quemaron algunas, fuera el daño mayor si no se hiciera esta diligencia. Y también como tenía estos títulos en guarda Juan Velázquez, que era contador mayor cuando falleció, el Emperador mandó hacer una memoria de ellos, y por aquí se remedió gran parte del daño.»

Tras estos sucesos, al tener que salir huyendo de Burgos, el Obispo Francisco Ruiz de la Mota, su hermano, le encomienda la guarda y defensa de Magaz, nombrándolo alcaide de la fortaleza.

Aunque valiente y entendido en negocios de guerra, pecaba de violento y poco disimulado y sagaz. Bien pudo, pues con sus intemperancias, perjudicar la quietud y sosiego de los descontentos hijos de Palencia.

Pretendía Don García que no entrasen bastimentos de la Ciudad de Palencia, apoderándose de cuantos eran destinados a su venta en el mercado. Tomó tal empeño la empresa, que hízose precisa la intervención del Regimiento. Falto éste de  gente de armas que protegiera a los mercaderes, limitarse a enviar cartas que prevenían que “de Magaz salían a saltear e levar los bastimentos que a la Cibdad vienen”. Muchos vendedores se retraerían de acudir a Palencia, como Don García deseaba.

Acuña regresa de Burgos, tras el fallido levantamiento de la ciudad contra el dominio realista y se dirige hacia Dueñas donde había fijado su residencia temporal. Se aprovechaba de las comodidades que ofrecía el Palacio de los Condes de Buendía, la falta de autoridad real tras los sucesos de Palencia y de la lealtad de que hacen gala sus gentes. Además, la situación de la villa eldanense resultaba ideal por su cercanía a las ciudades de Palencia y Valladolid.

Por su parte, don García Ruiz de la Mota recibía en la fortaleza episcopal de Magaz muchos deudos y amigos burgaleses que contribuirían en su defensa.

Finalmente, a petición del Consejo de la Guerra, el Obispo Acuña, con gentes de Palencia, Dueñas y Torquemada, quiso apoderarse del castillo de Magaz el miércoles 23 de enero. Fracasado en la empresa, se contenta con entrar y saquear la Villa. El propio alcaide narra los hechos en su misiva a Pedro Fernández de Velasco, Condestable de Castilla. Al día siguiente le dirige una carta contándole que:  “Anoche vino el obispo de Zamora con gentes de Dueñas y de otras partes a poner esta casa cerco y tomarla si pudiera. Dos horas antes de que amaneciese puso saco al lugar de Magaz, que no dejó en él un asador, y se fue con su gente a Dueñas, y dejó destruido este lugar para siempre, lo cual hizo a pedimento e importunación de los de Palencia”. Prosigue describiendo la ruindad de los soldados de Acuña que asaltan la Iglesia para robar “las cruces y todos los ornamentos, hasta la camisa que Nuestra Señora tenía vestida”.

Cuando terminado el saqueo, regresaba a Dueñas el ejército comunero, ufano con la presa que hizo tan fácilmente, penetró en Magaz un grupo constituido por veintisiete hombres de armas, escopeteros en su mayoría a cargo de Antonio de San Román, Capitán de Palencia, y le acompañaban los diputados del Ayuntamiento de la Guerra Espina, Bernardino de San Román y Pedro de Haro.

Al enterarse que había partido ya Acuña de la Villa, marcharon los comuneros palentinos en su seguimiento, consiguiendo alcanzarlo antes de que entrase en Dueñas. Sin pérdida de tiempo, distribuyó el Obispo las cabezas de ganado que hubo adquirido como botín de guerra, de las que correspondían más de mil quinientas ovejas a los de la Ciudad.

Había dispuesto entre tanto García Ruiz de la Mota que Juan de Almotar, su deudo, que era “contino” del Emperador, tomase ventajosas posiciones en el camino de Dueñas a Palencia, con siete escopeteros, cinco jinetes y tres peones armados de picas, en espera de que regresase el pelotón, que dirigía San Román.

Desde su posición privilegiada los hombres de Almotar consiguen poner en fuga a las tropas de San Román. De esta forma recuperan el ganado y matan a tres hombres, consiguiendo hacer preso al regidor Pedro de Haro. Manteniéndolo preso hasta el 24 de mayo, después de que pagara una gran suma de dinero y de ganado.

Al saco de Magaz siguió el de Tariego, donde no se opuso al robo de la hacienda de los vecinos por sus soldados. Posteriormente hay testimonio de cómo “estando el Obispo en Dueñas, obligó a los de Castrillo de Ontaniello y a los de Vertavillo, Cubillas y Conancio y otros lugares, a que le llevasen carretas y dineros y le diesen peones para fortalecer la dicha Villa; y le daban todo lo que pedía, porque no les hiciese otra cosa, que andaba el tiempo revuelto”.

Acuña continuó acuartelado en Dueñas hasta que dispuso la Santa Junta pasara con su mesnada a Toledo, por cuyos pueblos hacía la guerra el Prior de San Juan con beneplácito del Regente y sus adjuntos en el gobierno, poniendo así fin a la dictadura del obispo Acuña en Tierra de Campos.

No desagradaría al Regimiento ni al Consejo de la Guerra que se alejara de Palencia Don Antonio Acuña. Era tan crecido el número de homicidios, robos y estupros perpetrados por la encanallada soldadesca en Campos y el Cerrato, que las gentes decían públicamente que ocupaba de nuevo el trono de Castilla Don Enrique IV, de infeliz memoria.

Los lugares cercanos a Palencia quedaron despoblados. La gente huía de los ladrones, rufianes y asesinos que seguían las banderas del zamorano, sin que éste pudiera castigarlos ni despedirlos. Algunos optaban por buscar refugio en los montes, mientras que otros acudían acompañados del ganado a Palencia buscando protección.

Después del fallido ataque, la fortaleza de Magaz con Garci Ruiz de la Mota continuó actuando contra los intereses de los comuneros. Esto queda recogido en la Representación que hizo la Ciudad de Palencia a la Santa Junta, el 17 de febrero de 1521:

“[…] Lo quinto es por quanto de la fortaleça de magaz continuamente cada día se han fecho y hazen grandes Robos y heçesos y prisiones de honbres de la dicha çibdad y de otras partes por un comendador Garzi Ruiz de la Mota que en ella está y por su gente, y por temor dellos las gentes no osan andar por los campos y las personas que quieren venir a la cibdad para procurar sus negoçiaçiones a Rodean una o dos leguas apartándose de la dicha fortaleça, y ha más de tres meses que en ella tiene preso a un Regidor de la dicha çibdad e pide por él de Rescate quatro ducados de oro, y puede haber veinte días que la gente de la fortaleza mataron dos honbres y hirieron otros dos honbres de la dicha çibdad y prendieron a un hombre pobre della y le llevaron por su Rescate todo los que juró que tenía de haçienda hasta llevarle los cabezales de la cama en que dormía, y haçiendo de cada día otros muchos ynsultos y Robos, y tobiendo gran disuluçión en sus palabras en grande desacato e ynjuria del Reyno y de vuestras ilustrísimas, por lo qual v. s. debe probeher açerca desto eso mismo conbenjentemente y lo más breve que se pueda, y porque dello ay grande neçesidad. Tal lo suplicamos a vuestras señorías”.

Texto elaborado a partir de:

  • Severino Rodríguez Salcedo. Historia de las Comunidades Palentinas. Palencia, Imprenta Provincial, 1953. Centro de Estudios Palentinos.
  • Departamento de Difusión del AGS. El archivo real violentado. El saqueo en Burgos de la casa de Garci Ruiz de la Mota (10 de junio de 1520). Exposición virtual del Archivo General de Simancas, 09-06-2020. Disponible en: https://www.culturaydeporte.gob.es/ cultura/areas/archivos/mc/archivos/ags/exposiciones-actividades/exposiciones/mota.html